¿Somos lo que vivimos?


"Cuando morimos no nos llevamos nada", consigna recurrente para recordarnos que no vale la pena apegarnos a nada, en especial bienes materiales, porque según dicen, no somos lo que tenemos sino que a fin de cuentas "somos lo que vivimos", el cúmulo de experiencias: lo comido, lo bebido, lo bailado y más ...
Pero hoy tuve una experiencia que puso en cuestión esta aparente "verdad".
Tocó visitar la tía, la que nos queda del lado de mi papá (también hay otro tío con el que juntos sobreviven a lo que fueron en su momento 14 hermanos).
La señora que cuida a la tía le avisó que ya había llegado su sobrino. Salió caminando del cuarto para ver quién era el tal sobrino. Por unos minutos la entrevista fue sobre quién era yo, de quién soy hijo y cómo se llaman mis hermanos.
Después de recitar los nombres en orden cronológico (soy el menor y procede por tanto mencionarme de último) se le iluminó la cara y repitió mi nombre y me dijo que ya sabía quién era yo.
Nos sentamos a la mesa y la tía muy contenta me fue contando muchas cosas. Que se sentía muy bien, que la veía un médico buenísimo, que tomaba ya 9 pastillas por día, que para tener 70 años la gente le dice que se ve muy bien. Me atrevo a interrumpirla y le digo que hasta donde yo entendía ella tiene más años. Se queda mirando como para el aire y al rato dice, sí cierto, son 76 (en realidad tiene 96!!!!).
Me cuenta muy contenta que todos los días sale con "ésta" a caminar (nunca dijo el nombre de la señora que la cuida todo el día, le da comer, le ayuda a bañarse, quizá la persona con la que más tiempo pasa, simplemente era "ésta"). En fin, "con ésta salimos y caminamos tamaño poco todos los días" (cosa que desde hace mucho tiempo no sucede).
Después me cuenta que hace poco fue a una cita al hospital y el doctor después de valorarla le dio orden de internamiento pero ella le dijo que no, que no se podía quedar, que primero tenía que ir a la casa.
"Entonces me vine y aquí estaba Edwin (mi papá que este año cumple 30 años de haber fallecido) y me dijo que por qué no llamaba a un doctor buenísimo que había en San Pablo" (de León Cortés, su pueblo de origen que hace muchos años no visita).
Entonces lo llamó y el doctor de San Pablo rapidito la atendió y dio con lo que tenía, le recetó medicinas y le dijo que con eso ya no era necesario internarse.
También me contó que mis hermanos la habían visitado hace poco "allá" (cierto que la visitaron pero en la casa en la que siempre ha vivido, pero ella cree que está en otra casa).
Y así saltamos de una historia a otra, todas tejidas con pedazos de experiencias, algunas pasadas de hace muchos años, otras recientes pero con personajes fallecidos hace mucho tiempo, otras que no se sabe de dónde salieron, pero lo lindo fue que la tía se veía muy contenta contando y contando, al punto que no comía de su plato por estar hablando.
Cuando salí me acompañó hasta la puerta, me agradeció con mucho sentimiento la visita y me dio todas las bendiciones a su alcance, las que con mucho gusto le recibí.
Y la tía se me quedó pegada en la cabeza y el corazón, y todo el día pasé pensando en ella, en lo contenta que se veía contando y contando cosas que no habían sucedido pero que ella experimentaba como ciertas.
Y me cuestioné eso de que somos lo que hemos vivido, porque a fin de cuentas, en cierto momento de la vida cuando ya se tiene mucho camino andado, somos lo que la bioquímica de nuestro cerebro permita o quiera recordar.
Llega un punto en que somos ese libreto que nuestra cabeza por alguna razón se inventa, y bueno, desde siempre hemos sido la historia que en nuestra cabeza escribimos y tejemos, y conforme pasan los años cambiamos y alteramos el libreto y revolvemos lo vivido con lo imaginado y quizá con lo deseado y tal vez con lo temido...
Y vuelvo entonces con las experiencias. Si tan importante es vivirlas porque es lo que nos llevamos, ¿qué tanto sentido tiene que al final las olvidemos o las confundamos o las revolvamos todas quedando una versión muy distinta a lo que fueron????
Entonces caigo en cuenta de dos cosas más profundas pero también más básicas y simples:
- Somos lo que en este instante vivimos, experimentamos y sentimos. El tan mentado "tiempo presente" el "aquí y el ahora". Es eso lo único que hay.
- Si terminamos siendo el libreto que nuestro cerebro decida armar con pedazos de nuestras experiencias, me seguiré ocupando de vivir con la mayor plenitud posible las experiencias que me depare la vida: las que desee, las que provoque y procure que sucedan con toda la intención, pero también las que me caigan encima sin yo buscarlas. Al menos así mi cerebro tendrá un muy buen stock de donde armar historias, revolver cosas e inventar nuevas experiencias que disfrutaré como vividas aunque quizá nunca hayan sucedido.

Comentarios

Entradas más populares de este blog