"Cuando morimos no nos llevamos nada", consigna recurrente para recordarnos que no vale la pena apegarnos a nada, en especial bienes materiales, porque según dicen, no somos lo que tenemos sino que a fin de cuentas "somos lo que vivimos", el cúmulo de experiencias: lo comido, lo bebido, lo bailado y más ... Pero hoy tuve una experiencia que puso en cuestión esta aparente "verdad". Tocó visitar la tía, la que nos queda del lado de mi papá (también hay otro tío con el que juntos sobreviven a lo que fueron en su momento 14 hermanos). La señora que cuida a la tía le avisó que ya había llegado su sobrino. Salió caminando del cuarto para ver quién era el tal sobrino. Por unos minutos la entrevista fue sobre quién era yo, de quién soy hijo y cómo se llaman mis hermanos. Después de recitar los nombres en orden cronológico (soy el menor y procede por tanto mencionarme de último) se le iluminó la cara y repitió mi nombre y me dijo que ya sabía quién era yo. Nos sent...
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